Lunes, 22 de febrero de 2016. 22:31 hs.
Volviste
a dejarme sola, cuando más te necesito. Es un momento muy importante de mi
vida, lleno de ansiedad, de miedos, de felicidad absoluta. Eras muy importante
para mí, porque era tu mujercita, tu niña especial, fuerte y al mismo tiempo
vulnerable, tu mujer brillante, inteligente. Me dabas fuerzas. Pero me dejaste
porque no te alcanza el amor, no te es suficiente para estar conmigo y hacerme
feliz.
Volviste
a cortarme cuando más te necesito. No te lo voy a perdonar jamás. Me dejaste
sola cuando fui a rendir examen para terminar el secundario, de una materia muy
complicada y con la que tenía traumas y me provocaba terror. Fui al examen y no
estabas ahí para decirme como siempre que soy la mujer más inteligente del
mundo y que la aprobaría con honores. La victoria de rendirla con una excelente
nota fue sólo mía, pero necesitaba compartirla con vos. El hecho de estar en
ese salón sabiendo que no estarías ahí afuera esperándome para felicitarme
lleno de alegría, con un gran abrazo y un amoroso beso, hacía que me sintiera
totalmente sola.
Ahora
empiezo la facultad y estoy sola de nuevo. Estoy muerta de miedo, de ansiedad,
de alegría. Estoy que camino por las paredes y pronto correré por los techos,
enloquecida de nervios. Te necesito para que me pares el carro, que me abraces
y que me digas que lo haré estupendamente, porque soy inteligente, soy tu
mujercita especial y estás orgulloso de mí.
Te
juro que no te lo voy a volver a perdonar. Te juro por Dios, Martín Darío Loza,
que no te voy a perdonar jamás el que me hayas abandonado de nuevo, y que
siempre elijas circunstancias como éstas para hacerlo. Por otro lado pienso que
sería peor que me abandonaras después. No deja de ser grave. Me abandonaste, y
punto.
Me
gustaría jurarte que también te voy a olvidar como a los otros. Tal vez no hoy,
no mañana, pero juro que te voy a olvidar. Te voy a borrar de un plumazo. Será
más difícil, pero el odio que te tengo me va a ayudar. El odio y la catarsis me
ayudarán a superar este complicado trance.
Pero
te odio también porque me dejás sin recursos para amar a alguien más. ¿A quién
le voy a decir chuchi, gordo, gordito, a quién voy a abrazar con ternura, a
quien le daré esos achuchones, mimos, besitos, con quien tendré esa confianza y
complicidad que tenía con vos, con quién voy a hacer el amor escuchando lentos
de los ’80, con quien compartiré mis miedos, mis alegrías, mi intelectualidad?
No lo sé. Tal vez tenga que inventarme otras formas de amar a otra persona.
Pero es odioso desperdiciar formas de amar a alguien, esas formas que uno
inventa con mucha imaginación y que muchas veces cuesta tanto crear.
Como
desechar los proyectos de vida. Quería casarme, tener hijos con vos, casa,
mascotas, invernadero, tu salón de música y mi salón de magia y duendes. Todo
tal cual lo habíamos imaginado. Pero no, tenías que agarrar todo, hacer un
bollo y tirarlo a la basura o mandar todo al infierno sin ningún esfuerzo, sin
que te importe. Y dejándome totalmente desinflada de ilusiones. Y tener que
mandar todo eso al carajo. La diferencia es que yo reconozco que me duele
horrores desprenderme de esos sueños. O desprenderte a vos de ellos.
TE
ODIO, y odio también a tu madre. Te juro que si llego a descubrir que me
dejaste a causa de una brujería de ella, las va a pagar muy caro, aunque
preferiría que el Universo y el Karma se encarguen de ello. Y vos también, me
las vas a pagar, aunque sea con el poco amor que te quede en las entrañas. Sí,
en las entrañas, porque ya no te quedó corazón para amarme, ni siquiera para
amarte a vos mismo y darte cuenta de que soy la mejor mujer para vos, que soy
el amor de tu vida. Te juro que me lo vas a pagar con amor, porque me
extrañarás horrores, volverás a buscarme y te daré vuelta la cara, primero con
el gesto y luego a cachetazos. Lo pagarás con amor y un eterno
arrepentimiento. Aparecerás en la puerta
de mi casa y fingiré no reconocerte. Porque este sufrimiento que hoy tengo en
el corazón y en el alma, te lo retribuiré con olvido, con indiferencia, con un
profundo odio.
Odio
porque ya no me sentarás en tus piernas para abrazarme como si fuera una niña,
odio por obligarme a dormir sola, sin sentir tu cuerpo y tu alma a mi lado, sin
recostarme en tu pecho y sentir los pausados latidos de tu corazón que muchas
veces me curaron mis ataques de pánico, mi terror de morirme mientras dormía y
mi consecuente insomnio, esos latidos que me hacían dormir con la paz y la
tranquilidad de que me mantendrían viva y que al día siguiente despertaría.
Odio porque ya no te podré decir que estoy aterrada por algún trance, para que
me abraces y que me asegures de que lo superaré sola, porque soy la mujer más
fuerte que conociste en tu vida. Odio por esos mimos que ya no me vas a dar con
esa increíble ternura. Odio porque ya no me daré el gusto de escuchar lentos de
los '80 al hacer el amor.
ODIO,
porque odio reconocer que te necesito, que me hacés muchísima falta. Odio
porque me hacés tirar mi orgullo de mujer autosuficiente al mismísimo diablo.
No me molestaría si estuviéramos juntos. Pero me abandonaste. Y te necesito. Y
no puedo obligarte a que me quieras, o a que me ames un poco más, tan sólo lo
suficiente para estar conmigo y hacerme feliz. Y que me permitas hacerte feliz
a vos también. No te obligaré. Te dije mil veces que si querías irte, que ahí
tenías la puerta. Y la usaste. Pero la llave de esa puerta conlleva un pago. No
en el sentido monetario, por supuesto. Sólo vos sabrás de qué está plagado el
camino de salida.